- Ande yo caliente. Luis de Góngora y Argote
- La cigarra y la hormiga. Félix María de Samaniego
- Muerte de Antoñito el Camborio. Federico García Lorca
Ande yo caliente. Luis de Góngora y Argote (1561-1627) |
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Ande yo caliente Y ríase la gente. Traten otros del gobierno Del mundo y sus monarquías, Mientras gobiernan mis días Mantequillas y pan tierno, Y las mañanas de invierno Naranjada y aguardiente; Y ríase la gente Coma en dorada vajilla El príncipe mil cuidados, Como píldoras dorados; Que yo en mi pobre mesilla Quiero más una morcilla Que en el asador reviente, Y ríase la gente. Cuando cubra las montañas De plata y nieve el enero, Tenga yo lleno el brasero De bellotas y castañas, Y quien las dulces patrañas Del rey que rabió me cuente; Y ríase la gente. |
Busque muy enhorabuena El mercader nuevos soles; Yo conchas y caracoles Entre la menuda arena, Escuchando á Filomena Sobre el chopo de una fuente;
Y ríase la gente. Pase á media noche el mar, Y arda en amorosa llama Leandro por ver su dama, Que yo más quiero pasar De Yepes á Madrigal La regalada corriente; Y ríase la gente. Pues amor es tan cruel, Que de Píramo y su amada Hace tálamo una espada Do se junten ella y él, Sea mi Tisbe un pastel Y la espada sea mi diente, Y ríase la gente. |
La cigarra y la hormiga. Félix María de Samaniego (1745-1801) |
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Cantando la cigarra pasó el verano entero, sin hacer provisiones allá para el invierno.
Los fríos la obligaron a guardar el silencio y acogerse al abrigo de su estrecho aposento. Vióse desproveída del precioso sustento, sin moscas, sin gusanos, sin trigo y sin centeno. Habitaba la hormiga allí tabique en medio, y con mil expresiones de atención y respeto le dijo: “Doña Hormiga, pues que en vuestros graneros
sobran las provisiones para vuestro alimento, prestad alguna cosa con que viva este invierno esta triste cigarra que, alegre en otro tiempo, nunca conoció el daño, nunca supo temerlo. |
No dudéis en prestarme, que fielmente prometo pagaros con ganancias, por el nombre que tengo.”
La codiciosa hormiga respondió con denuedo, ocultando a la espalda las llaves del granero: “¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso! Dime, pues, holgazana: ¿Que has hecho en el buen
tiempo?”
“Yo -dijo la cigarra-, a todo pasajero cantaba alegremente, sin cesar ni un momento.
¡Hola! ¿Con que cantabas cuando yo andaba al remo? ¡Pues ahora que yo como, baila, pese a tu cuerpo! |
Muerte de Antoñito el Camborio. Federico García Lorca (1898-1936) |
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Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. Les clavó sobre las botas mordiscos de jabalí. En la lucha daba saltos jabonados de delfín. Bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir. Cuando las estrellas clavan rejones al agua gris, cuando los erales sueñan verónicas de alhelí, voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Antonio Torres Heredia, Camborio de dura crin, moreno de verde luna, voz de clavel varonil: ¿Quién te ha quitado la vida cerca del Guadalquivir? Mis cuatro primos Heredias hijos de Benamejí. |
Lo que en otros no
envidiaban, ya lo envidiaban en mí. Zapatos color corinto, medallones de marfil, y este cutis amasado con aceituna y jazmín. ¡Ay Antoñito el Camborio digno de una Emperatriz! Acuérdate de porque te vas a morir. ¡Ay Federico García, llama a Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz. Tres golpes de sangre tuvo y se murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir. Un ángel marchoso pone su cabeza en un cojín. Otros de rubor cansado, encendieron un candil. Y cuando los cuatro primos llegan a Benamejí, voces de muerte cesaron cerca del Guadalquivir. |